Ante la discriminación, la violencia de género, la precarización y la falta de respaldo, las actuales generaciones de mujeres artistas mexicanas salen a la conquista del espacio público y lo reclaman como propio
A Maga le gusta la adrenalina y arriesgar el cuerpo para estampar sus obras en paredes ajenas o públicas: edificios, muros, bardas y hasta espectaculares: bombas de colores primarios que reivindican la mirada hacia la mujer y su cuerpo, y critican el arte masculino.
Recorre a pie y en transporte público las calles de la Ciudad de México –menos transitadas ahora por el confinamiento– pegando sus obras de arte. Laura Arredondo, Maga, es muralista, graffitera y se especializa en el paste up, que consiste en trazar e imprimir ilustraciones de gran formato sobre papel, para luego pegarlas con engrudo en edificios y espacios abiertos. Además, es estudiante de Derecho.
Para ella y muchas artistas, el graffiti y el paste up son una forma de vida: “Representa que tienes la libertad de hacer lo que quieras, donde quieras”. “Me interesa, más que nada, trabajar el tema de la mujer y el contexto”, afirma. En abril pasado, Maga fue invitada a realizar un mural en la fachada de la galería Daniela Elbahara, un espacio privado que se dedica a la exhibición y venta de arte, en la colonia Condesa.
La propuesta de la galería consistía en reproducir las pintas realizadas en la Ciudad de México durante las protestas contra la violencia de género convocadas en agosto de 2019, conocidas como “Diamantada”.
Pero la galería quería el trabajo gratis, debido a que sería “una pieza, como tal, efímera y no estaría a la venta”, según explicó la directora del recinto, en un comunicado posterior.
Meses antes, en febrero, la misma galería ya había albergado un mural idéntico, que reproducía pintas contra la violencia feminicida en México, pero realizado por un hombre, blanco, estadunidense: el artista Sean Barton.
La artista se negó. “De mi parte fue como un ‘alto’ –explica Maga–. Si nadie les dijo que estaba mal explotar a la gente, pues ahora sí”.
Este diferendo entre una muralista y una galería privada, es decir, entre particulares, pronto se convirtió en un debate público en torno a la violencia y discriminación de género en la arena artística mexicana.
Maga decidió contar su versión para poner la precariedad bajo la que trabajan ella y sus compañeras sobre la mesa de debate. Y tuvo éxito: su voz movió a muchas artistas más a narrar su contexto en redes sociales.
Días después, además, colectivos feministas intervinieron la fachada de la galería con graffiti y carteles que exhibían las cifras de feminicidios en México, como protesta contra la violencia de género. “Explotadores” y “No somos invisibles” son algunas de las frases que se podían leer.
Pero Maga pagó un precio: “Cuando yo hablé de este caso, me cerré las puertas a varias galerías”, concluyó.
Sororidad, apoyo histórico
Según la Cuenta Satélite sobre Cultura del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el número de galerías de arte en México aumentó 66.62% en sólo diez años, de 2008 a 2018.
Pero el origen de este crecimiento, explica la curadora de arte Violeta Horcasitas, no es que se apoye más el sector, sino todo lo contrario, la falta de fomento a las artes plásticas ha llevado a la comunidad de creadores a establecer sus propios espacios.
“La cultura ha sufrido por sexenios muchas violencias –destaca la curadora– y en este sexenio continúa sufriendo golpes duros”, como el desmantelamiento del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), y la supresión de programas de apoyo tanto para recintos artísticos como para creadores y creadoras.
Ahora, la nueva política de austeridad, afirma Horcasitas, dificulta aún más el acceso de artistas a circuitos institucionales, y tratándose específicamente de mujeres artistas, las oportunidades son todavía más reducidas.
Muestra de ello, afirma, es la minoritaria programación de mujeres en las exposiciones de museos y galerías mexicanas. La presencia de mujeres en las muestras programadas por espacios institucionales “no rebasa el 30 por ciento de participación y algunas de las artistas se repiten, aun en el mismo museo”.
De 2015 a 2019, por ejemplo, el Museo de Bellas Artes tuvo 27 exposiciones, de las cuales 21 fueron dedicadas al trabajo de artistas hombres, cinco tuvieron un enfoque mixto y solamente una fue protagonizada por un dúo femenino, una exposición fotográfica llevada a cabo por Francisca Rivero Lake y Carla Vera en 2019.
Otro ejemplo es la Galería OMR, un espacio independiente que de 2015 a 2020 tuvo 25 exposiciones, de las cuales 16 fueron dedicadas al trabajo de hombres artistas, ocho al enfoque de trabajos producidos tanto por hombres como mujeres y cuatro dedicadas exclusivamente al arte femenino.