En un mundo que reconoce cada vez más la importancia de la autonomía y la igualdad, el derecho de la mujer al divorcio se erige como una expresión fundamental de libertad y autodeterminación. Este derecho no solo refleja un cambio en las percepciones sociales, sino también un avance hacia la igualdad de género en el ámbito legal y personal.
El divorcio, históricamente un proceso complicado y estigmatizado para las mujeres, ha experimentado una transformación significativa. Las leyes modernas reconocen el derecho de la mujer a tomar decisiones fundamentales sobre su vida y su bienestar emocional, permitiendo la disolución de un matrimonio cuando sea necesario.
Este avance no solo promueve la autonomía de la mujer, sino que también reconoce la importancia de relaciones basadas en el respeto mutuo y la felicidad personal. Al otorgar a las mujeres el derecho al divorcio, se fomenta un ambiente en el que las decisiones sobre la vida familiar se toman de manera más equitativa y justa.
En algunos países, como España, el único requisito para poder divorciarse en la actualidad es que hayan pasado tres meses desde la fecha del matrimonio.
Pero históricamente el divorcio no ha sido tan fácil.
«No puedo pensar en ningún país en el que hace años una mujer pudiera divorciarse por las mismas razones y con la misma facilidad que un hombre», Stephanie Coontz, profesora emérita de historia y estudios de la familia en el Evergreen State College y autora del libro «Marriage: A History» (Una historia del matrimonio).
Las mujeres «tenían que probar maltrato físico o adulterio, o incluso ambos a la vez. Y no podían evitar ser forzadas a tener relaciones sexuales porque la violación se definía como relaciones forzadas con alguien que no fuera la esposa».
En Reino Unido, por ejemplo, el divorcio era algo muy extraño antes de 1914 y estaba considerado un escándalo.
La ley de Causas Matrimoniales, de 1923, permitió por primera vez a las mujeres solicitar el divorcio en caso de adulterio del cónyuge, algo que hasta ese momento solo podían hacer los hombres.
Otra ley, en 1937, amplió las posibles causas del divorcio: crueldad, deserción o locura incurable, explica el Parlamento británico en su web.
Pero el verdadero cambio, según Coontz, fue la introducción del divorcio sin causas. Fue en Rusia tras la revolución bolchevique de 1917. Pero en Estados Unidos, por ejemplo, hubo que esperar hasta 1969, cuando California se convirtió en el primer estado en permitirlo.
Chile fue el último país de América Latina en legalizar el divorcio, en 2004.
La aprobación del divorcio «favoreció a las mujeres, pero no a todas por igual», afirma Morant: las mujeres que más lo utilizaron en un principio fueron las que eran independientes económicamente.